Lleva un puñado de arena en su mano izquierda y los pies mojados con agua de mar. Mirando al horizonte Clara se vuelve, más clara casi invisible. A su alrededor resplandecen las brasas de los maderos.
Ella palpa en su mano los granos finos, aún tibio y cerrando los ojos los confunde con las cenizas de las naves. La aventura había terminado presa de una costa, pendiente de una sola cara del mar.
En tierra firme, Clara se siente victima de un naufragio. Gira dejando atrás las olas que rugen y empieza a caminar. Paso a paso aprende a tolerar el equlibrio, lejos de esta costa con un ínfimo puñado de arena construirá la propia en otro lugar.
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