A esta altura el colectivo ya estaba a mitad de camino entre Buenos Aires y La Plata. Todo el mundo dormía, menos ella y él. Twiggy escupía las palabras como si algo en el pasado de Pepino le hubiera detonado la frustración del suyo.
-La odie toda la vida a esa gorda. Le seguí la carrera. Los pocos éxitos que tuvo. Me aprendí todos los temas de Cataniños. Cuando ella cantaba en la TV yo cantaba encerrada en el baño. Sentía que me había robado la vida...No sé porque te cuento todo esto- repitió- Hubiera soportado cualquier cosa menos que dejara de ser gorda. Eso era lo único que me quedaba a mí, la flacura, el consuelo de la flacura...
Cuando llegaron a La Plata Pepino la invitó a cenar a lo de Edgardo. Twiggy no conocía el lugar, conocía la canción de Pángaro...Cena en Edgardo/ lo mas clase B/ cabezas de jíbaros/ amigos/ fernet. (...)
- Leí por ahí que Lorena Paola estaba de novia con un pibe de La Plata. Yo tenía quince, era justo el momento que ella se puso flaca. Si me la llegaba a cruzar la mataba. No es una forma de decir: la mataba. Yo no estaba bien en esa época. Y La Plata es chica, con tanta diagonal la gente se vive cruzando... No me iba a arriesgar a terminar en cana por esa Gorda. Así que a Kabusacki lo seguí a todas partes menos acá. Después Lorena se separó de ese chico pero a mí me quedó la idea con este lugar. Hoy decidí que era tiempo de crecer. Tengo veinticuatro años. Ya no soy joven. No soy nada en realidad, quiero decir...-iba a decir algo mas pero lo dejó ahí, tomóuna diagonal-. Kabusacki esta buscando una solista. Me entere ayer. Tal vez no es tarde para mí.
- Más despacio, por favor- rogó Pepino jadeando.
- Disculpá.
Twiggy se freno en seco y retomo la marcha en cámara lenta. Su intención no era la parodia, pero el efecto si: no le quedaba más remedio que dejar cada zancada suspendida en el aire antes de apoyarla en la tierra.
Lucia Puenzo. La maldición de Jacinta Pichimauida. Interzona.
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