Día 1 Mi gato por fin se la agarra contra algo más insignificante que mi persona en este momento: una mosca que me observa con sus ojos de vidrio roto desde el cielorraso. Él se concentra bastante mejor que yo. Y cuando por fin se cansa de saltar en vano, me mira por sobre su lomo y me maúlla en portugués. Por supuesto, no lo entiendo sus básicas demandas que se inmiscuyen entre reflexiones.
Necesito una ducha, necesito comer y alejarme del Word. Pero no hay tiempo para más complacencias, idiota. Entonces el sujeto me dice desde noviembre del 2007,
“uno fundamentalmente aquí trabaja la voluntad” y de este lado también, fundamentalmente.
El sujeto necesita lo que yo tengo. La posibilidad de una ducha, de comer algo y me da vergüenza.
Prendo un cigarillo.
Retomo el Word dejado a un lado del Windows Media y trascribo las palabras de ellos convertidos por los textos de futuros colegas en estrellas de la marginalidad aunque con menos gracias que los de Cucurto y muchísima menos honestidad.
Apago el cigarrillo.
Desde este encierro forzoso pienso su situación de calle y por momentos la ecuación no me cierra.